COMPETENCIA Y POSESIÓN

22 de agosto de 2022
  • LOS DESEOS INFANTILES.

    El consumismo en los niños comienza a desarrollarse en edades cada vez más tempranas. Desde que sus padres empiezan a llevarlo al supermercado, el pequeño libra pequeñas batallas para que se le compre el jugo o la leche chocolatada de la marca a que vio en el aviso de televisión.

    Ni hablar de cuando estos niños ya tienen nueve años y más. En la etapa del pre adolescencia son asaltados por la fiebre de la adquisición:

    • Piden determinadas marcas de ropa
    • Quieren comprarse algo nuevo cada semana. No importa que no hayan estrenado lo que compraron la semana anterior.
    • Quieren comprar en el centro comercial, no en un comercio del barrio con precios más razonables.
    • Insisten en tener la misma mochila que Fulano o las mismas zapatillas que Mengano.
    • ¿Si sus padres viajan, con frecuencia la pregunta que hacen es: qué me vas a traer? Ya no les importa cuándo van a regresar, sino que vengan con regalos.
    • Se ufanan delante de sus amigos de sus últimas compras.
    • No dan valor a las cosas nuevas. Tiran las bolsas en el cuarto y al rato ya están pensando en otros objetos.
    • Quieren tener siempre lo último en tecnología, menudo, sin terminar de descifrar lo recién adquirido.

    Para los padres de hoy, la clave está en descubrir si eso que desea y pide su hijo, realmente es lo que necesita. Pero, por cierto, muy pocos son los que pueden resistirse ante la insistencia y el berrinche de un niño que pide algo.

    Ellos logran su cometido a fuerza de insistir y sus padres terminan exhaustos, concediendo lo pedido porque al fin y al cabo, “el dinero alcanza”.

    Desde luego, no se trata de tener más o menos dinero para ser consumista. Un niño consumista puede provenir de un hogar de ingresos bajos, medios o altos. Es la actitud de los padres frente a sus pedidos lo que modela ese tipo de comportamiento. Ser firmes, no ceder al chantaje afectivo y limitar los caprichos es la mejor forma de ayudar a un niño a no convertirse en esclavo de sus propios deseos.

    No se debe confundir “generosidad” con debilidad” a la hora de negarles un pedido. A veces esta debilidad a la hora de decir “no pro viene de que los padres no están verdaderamente convencidos de que el consumismo es una actitud negativa.

    “Mamá, Jorgito lo tiene”

    Algunos sociólogos ya han comenzado a hablar de “filiarquía” (literalmente: gobierno de los hijos) para referirse al constante aumento del poder de niños y jóvenes en la toma de decisiones familiares.

    María Luisa Solé Moro, autora de Los consumidores del siglo XXI, afirma que esta suerte de gobierno o casi dictadura de los hijos tiene grandes implicancias en el presente, pero las tendrá mucho más en el futuro, cuando estos niños se conviertan, a su vez, en padres.

    Como adultos es importante comprender que los niños siempre van a pedir y pedir, sin límites.

    Cuando a ellos les gusta algo lo quieren de inmediato, pero sin renunciar a lo múltiple “otro” que también quieren, aunque no sepan por qué, pues el caso es que no lo saben. Tampoco saben lo que es esperar, posponer o dejar para más adelante.

    Los niños desean todo lo que ven, lo que tiene su amiguito (¿por qué ellos no?), lo que vieron en la televisión, lo que tocaron en un exhibidor de supermercado. Tienen desarrollado un gran instinto de posesión, una suerte de río que no sufre la contención de dique alguno y que ni siquiera puede concebir su existencia.

    Es tarea de los padres ir marcándoles límites esos deseos, para poder darles la posibilidad de que desarrollen más su sentido de la responsabilidad, su sensibilidad sus habilidades para obtener por ello mismos lo que ansían.

    Si se deja a los niños a merced de sus deseos, se los condena irremediablemente a la inmadurez.

    “Jorgito lo tiene”. La emulación y el estímulo por asir lo que los otros niños ya tienen (la palabra “envidia” es muy fuerte y no acorde con su desarrollo psico-emocional) son enemigos permanentes contra los que hay que luchar. Sobre todo cuando no podemos hacer que los padres de ese “Jorgito tengo 00todo” cambien su actitud híper permisiva para con su hijo. Los frentes de comba te, así, se multiplican. Pero la victoria es posible.

    Consumo y pertenencia

    Cuando un adolescente, por ejemplo, tiene una personalidad débil e insegura, seguramente pretenderá resolver el problema integrándose a una tribu urbana o reclamando prendas de determinada marca. Supone que así formará parte de un grupo. Y lo único que estará haciendo será enmascarar su inseguridad, trasladando el poder sobre si misma a los otros, Serán los otros los que de ahora en adelante decidirán qué debe usar para ser aceptada.

    La posesión no sólo malea el carácter sino que además hace saltar etapas de manera artificial. Un niño de diez años al que sus padres ya le han comprado un buen modelo de teléfono móvil, sentirá que puede ser igual de poderoso que el niño de quince al que todavía no le han comprado uno.

    En realidad, lo que ese teléfono de última generación le hace creer es que vale más que el otro, que tiene más edad de la que tiene y, muy probablemente, lo hará meterse en algunos problemas.

    Poseer nunca debe ser una alternativa a ser, y se es (se va siendo) por crecimiento interno. Se crece por desarrollar potenciales como la imaginación y la fantasía, que no vienen en envase o promoción alguna.

    Claro que el principal escollo que tienen los padres para limitar el consumo de bienes materiales de sus hijos es la sociedad misma. Si sus compañeros de colegio se ufanan de sus nuevos teléfonos móviles (Otra vez cl pobre “Jorgito tengo todo”) de su nuevo televisor extra delgado, ¿Cómo evitar que su hijo se sienta “menos” por no tener todo eso? Allí deben comenzar a tallar los valores

    Sergio Sinay, especialista en vínculos, escribió en un artículo publicado en febrero de 2009 en Buenos Aires, en la revista Psicología Positiva

    “hay cosas  que tienen precio y hay otras  que tienen valor. Existe  lo que  cuesta  y lo que  es costoso. No todo lo que  tiene n precio  reside en el valor. Y mucho de los que es costos  no tiene  precio. Valor, costo y precio pueden y suelen usarse como sinónimos, aunque no signifiquen lo mimo”.

    Tal vez este juego de palabras sea apropiado niños están capacitados para comprender lo que cuesta mantener su trabajo, la situación económica en el futuro cercano, los planes de compras que han decidido seguir y que afectan al cómprame, cómprame de todos los días.

    Perfil del consumista

    He aquí diez características de aquello que puede levarnos a situaciones de indolencia para con el prójimo, a endeudamos, a hacernos vivir con estrecheces y angustias aun teniendo un buen ingreso, y sobre todo, a hacer que nuestros hijos hereden un mal, a todas luces, evitable. ¿Qué define a un consumista?

    1. Tratar a las personas como objetos.
    2. Valorar a los otros por el dinero y el éxito que tienen.
    3. Perder a libertad: vivir pendiente de adquirir bienes materiales para sentirse mejor.
    4. Convertirse en una persona frívola, alejada de los ideales de fe, de ética y de certeza en la trascendencia de la vida.
    5. Intentar a toda costa evitar el dolor y tratar de alcanzar el bien estar de cualquier manera, con el riesgo de clausurar los sentimientos.
    6. Olvidar que los bienes materiales son un medio y no un fin en sí mismos.
    7. No valorar el amor, la familia, la amistad, la fe en común, los momentos compartidos.
    8. Perder la capacidad de asombro y de disfrutar Al obtener enseguida lo que se desea, ya no hay novedad. Al apetecer siempre otra cosa, no hay saciedad posible.
    9. Convertirse en un adicto a los objetos y utiliza los para aliviar angustias o problema.
    10. Dejarse invadir por deseos “importados”, adquiridos de los mensajes publicitarios.
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