-
El niño al que hasta hace poco le bastaban la casa y el ámbito del jardín infantil, donde todo era juego, de a poco deberá iniciar su etapa de socialización más seria. En realidad, esta etapa marca tanto a hijos como a padres. El niño seguramente asumirá la nueva etapa con ilusiones: la de sentirse “grande”, la de saber más, la de conocer nuevos amigos. En sus mayores, en cambio, habrá inquietud y toda una lista de cuestionamientos.
Hay que elegir un establecimiento: ¿privado?; ¿estatal?: ¿bilingüe religioso?: ¿laico?: jornada simple o completa?
Pero los interrogantes no terminan allí:
- ¿Por dónde comenzar a buscar?
- ¿Qué hay que priorizar?
- ¿Qué es lo importante y qué es lo superfluo?
- ¿Qué consejos seguir?
- ¿Nos sirven otras experiencias?
- ¿Cómo enfrentar la entrevista con el Director de un colegio?
- ¿De qué manera descifrar el verdadero proyecto educativo de una institución?
- ¿Vale la pena reunirse y hablar con otros padres?
En las respuestas tentativas a cada una de estas interrogantes entran a jugar muchas variables:
- La propia historia educativa de los padres,
- El nivel socioeconómico al que hayan accedido.
- Las intenciones de privilegiar o no el status social de la familia.
- La decisión o no de guiarse solo por el deseable nivel educativo al que pueda acceder el niño.
Y tampoco esto es todo. Hay que tener en cuenta la organización familiar: familia monoparental. Familia con madre en el hogar y padre lejano, familia con madre que trabaja, presencia o no de abuelos, etc. Esto hará que pesen temas como:
- ¿Se espera que el colegio supla la falta de autoridad paterna y se privilegia la marcación disciplinaria de los alumnos?
- Por la misma ausencia de una de las figuras parentales, ¿se hará foco en la contención afectiva y la educación en valores de la institución a elegir?
- Por el trabajo de la mamá o de ambos padres, ¿se tendrá como prioridad la cercanía a la casa o al barrio?
- ¿Pesarán más el prestigio de la institución o la tradición familiar?
Parece un caos, pero es solo una decisión importante.
Un poco de orden
Lo primero que toman en cuenta los padres cuando se plantean la elección del colegio es que están eligiendo un sistema de vida que regirá para toda la familia en los próximos siete años, como promedio, y que deben hacerlo lo más cercanamente posible a un ideal. Y lo que paradójicamente se olvida con más frecuencia es el quid de la cuestión: averiguar cuál es el colegio adecuado para ese futuro alumno. Porque una institución puede ser buena, objetivamente hablando, pero no la indicada para un determinado niño o niña.
A menudo el niño queda relegado al último lugar en el proceso de la decisión. Pesan en ella una suma de factores y no las verdaderas posibilidades de inserción del hijo dentro del proyecto educativo de una institución.
A un niño que tiene problemas en el área del lenguaje, por ejemplo, no será conveniente anotarlo en primera instancia en un colegio bilingüe.
Si es un niño con problemas físicos, tal vez no sea bueno anotarlo en doble jornada, porque terminará exhausto. En cambio, si es hiperquinético o ansioso, tal vez lo mejor sea la jornada completa, con deportes incluidos en el establecimiento.
El mejor punto de partida para iniciar la búsqueda es, precisamente, asumir que hay muchas y amplias posibilidades de elección. Es importante tomarse el tiempo y la dedicación para explorarlas. Laura Leibiker y Sandria Pugliesi, en su libro “Cómo elegir la escuela de nuestros hijos”, dicen:
“El primer encuentro con una institución puede generar sensaciones que, impresas en la memoria, determinarán luego el camino a seguir. Lo que se ve y escucha en el ámbito escolar permite construir una imagen en la que podemos -o no- incluir a nuestro hijo”.
Opciones varias
El paso inicial de todo este proceso es armar una lista lo más amplia posible de establecimientos. Si la cercanía al hogar es una condición indispensable para los padres, esta lista se acotará notablemente.
Daremos algunos argumentos a favor de que el colegio este en un radio cercano al hogar:
- En los tiempos que corren, los padres están muy ocupados como para llevar y traer por largas distancias a sus hijos.
- Viajar todos los días en bus es cansador para los niños.
- Es bueno que sus compañeros vivan cerca de su domicilio para incentivar así la vida social del hijo.
Volvamos al tema de la lista. Otra manera de acotarla es conversar previamente entre los padres algunas cuestiones. Y una de las más importantes es responder a la pregunta: ¿religioso o laico Sobre esto volveremos, pero si ambos profesan una religión determinada, la búsqueda puede facilitarse al acceder a una entrevista en aquellos establecimientos que sigan esa línea?
Si la elección es por una educación laica, se abren algunos panoramas y se descartan otros.
Si les da igual, entonces la lista será más frondosa y, tal vez, confusa. Muchos padres no creyentes suponen que mandar a un niño a una escuela religiosa no es una gran diferencia, ya que no se les exige ir a misa, en el caso de que sea católica.
Este es un argumento erróneo. Una institución religiosa tiene un proyecto educativo integral, que se va a traslucir en todo su programa de estudios, en la relación que establezcan los docentes con los alumnos y en las actividades extraescolares. Si no se coincide con sus postulados, el niño podrá sentirse extraño o excluido.
El otro punto radical para confeccionar esa lista de establecimientos a visitar es: ¿jornada completa o simple? La respuesta estará íntimamente ligada al estilo de vida de la familia. Si la madre trabaja todo el día y no hay abuelos a mano, lo mejor será pensar en una escuela de jornada completa, que mantendrá a los niños cuidados, ocupados y entretenidos todo el día
De nuevo retomemos la idea de la lista de establecimientos. Una vez conformada y chequeada de común acuerdo por ambos padres, comienza la segunda etapa de la ardua tarea: llamar por teléfono, concertar entrevistas, conocer las instalaciones y las autoridades.
Fuente: La Educación de los hijos, Cómo ser padres hoy, EDISUR 2010